Nevado del Acay 5.750 ms.
Integrantes:
Alberto Melgratti – Enrique Pedro – Leonela Orio – Esteban Mansilla – Miguel Peryra – Facundo Arismendi – Rubén Goñi
Esta era la tercera vez que lo intentaba. Los interrogantes eran numerosos.
Todo surgió a partir de la reunión de los miércoles que hacemos en nuestro club, posterior a la última salida al Nevado de Acay a mediados de Noviembre de este año. Allí nos habíamos planteado, entre los que no llegamos a la cumbre, la posibilidad de volver, haciendo algunos cambios y profundizando nuestro entrenamiento.
Un gran motor de esta decisión partió de Miguel Pereyra (Pera), socio desde este año, que ha evolucionado notablemente y que la última vez se bajó por decisión propia, acompañándonos a los que nos bajábamos. Esto que hizo Miguel, de bajarse en ese momento, fue un gran gesto de compañero y de montañista que merece ser destacado, más aún teniendo en cuenta su poco tiempo en nuestro club.
A partir de ese entusiasmo y de la consulta a nuestro Presidente, que nos brindó todo su apoyo, dándonos la confianza de que lo podíamos hacer y colaborando en la planificación y en el desarrollo de la misma, comenzamos a armar la expedición.
En este punto quisiera detenerme para hacer una reflexión. Nuestro club a partir de su fundación, allá por mayo de 2014, siempre fue un espacio abierto para hablar de montaña y de todo su ambiente. Se han tratado los temas más controvertidos en un ámbito de respeto y pluralidad. Eso nos ha permitido estar en el lugar que hoy estamos, aparte de muchos otros esfuerzos más. Hoy estamos orgullos de lo que somos y de lo que hemos ido logrando
Lo primero fue definir la fecha e invitar a compañeros del club a sumarse al desafío. Se nos sumaron 5 compañeros más y formamos un grupo de 7 en total.
Era una salida que nos iba a llevar a vencer varios desafíos. Uno y quizás el más importante, es que no iba a ir ninguno de los Guías que normalmente lo hacen. Esta era una salida en la que iba a ver una horizontalidad en el liderazgo, lo que incrementaba más aún la responsabilidad de cada uno de nosotros, por los resultados de la propia expedición y también para el futuro, como ejemplo de lo que tenemos que saber armonizar.
Volver a la Puna, a nuestra Puna Andina, donde el paisaje es deslumbrante cuando se atraviesa la Quebrada del Toro, marcada por el río, las vías del tren que iba a Socompa, por el mítico ramal ferroviario C 14 del Ferrocarril General Belgrano, que nos sigue maravillando con su obra de ingeniería y que hoy solo hace el recorrido de San Antonio de los Cobres al viaducto de la Polvorilla, ya es un regalo para nuestra alma, cargada de vida urbana y ausente del silencio y el paisaje que nos entrega nuestra querida Argentina. Estas salidas nos dan este plus, al que le tenemos que agregar su gente. Pasar por Santa Rosa de Tastil, donde hay un museo arqueológico muy interesante, que recomendamos visitar y también encontrarse con el Pastor de Nubes, Leopoldo Barboza, al que Fernando Portal y Manuel J. Castilla inmortalizaran con su zamba. Y también en San Antonio de los Cobres visitar el Hostal El Cielo, que con la atención de Carolina y su madre nos brindaron una cálida estadía.
La suma de los compañeros (Esteban Mansilla, Alberto Melgrati, Enrique Pedro, Leonela Orio, Facundo Arismendi) y nosotros dos con Miguel, formamos el grupo que iba a encarar este desafío.
Se armó la logística, cómo íbamos en los dos vehículos, las compras y la distribución de los gastos, y siempre agregada la comunicación, cuatro radios y el geolocalizador In Reach Garmin.
Con todo esto, agregado a las tremendas ganas que teníamos, la buena predisposición y el apoyo de todos los compañeros, encabezados por nuestro Presidente, partimos el viernes 7 al mediodía los tres primeros y un poco más tarde los otros cuatro. Manteniéndonos en contacto, cuando había señal y reuniéndonos nuevamente en San Antonio de los Cobres.
Cenamos, preparada la misma por Esteban Mansilla, gran disposición para responsabilizarse de esta y otras tareas más, al que le agradezco su disposición y que no terminó aquí, sino que puso su vehículo 4×4 para llegar más arriba y en especial su entusiasmo para llegar a nuestro objetivo, y luego esperarnos para volver a traernos al campamento.
Al día siguiente, a la mañana, partimos hacia dónde íbamos a realizar nuestro campamento, entrando en el km. 133 de la ruta nacional 51, en donde estuvo la Estación Muñano, que está a unos 20 km de San Antonio de los Cobres hacia el sur y desde allí unos 10 km., hacia el oeste, en un camino secundario, que fue usado por la mina que supo haber en ese lugar
Una vez organizado el campamento, nos fuimos a la tarde a recorrer el camino que íbamos a seguir al día siguiente y definir nuestra estrategia. Acordamos llegar a los 4.750 ms. de altura, donde la vega que baja por la quebrada corta a la senda minera, y desde allí arrancar nuestra caminata con el track que teníamos.
Al día siguiente nos levantamos a las 4 de la mañana, habíamos ya preparado nuestras cosas la noche anterior y a las 5 y media estábamos comenzando a caminar y para nuestra sorpresa vemos que al mismo tiempo ascendían un poco más adelante 2 personas que no distinguíamos bien, quienes podrían ser, y que en ese lugar y a esa hora, por supuesto, no es sencillo encontrar
El grupo fue ascendiendo a buen ritmo, y en la primera hora, ya habíamos ascendido unos 200 metros, sabíamos que eso no lo íbamos a poder sostener, más arriba. Asi fue, en especial en el tramo que está arriba de los 5.000 metros, donde es todo un terreno de piedras, que nos iba guiando Facundo Arismendi, que tenía el track y se había estudiado el mismo. Más o menos a esa altura nos dividimos en dos grupos, se armó uno con Leonela, Enrique y Alberto que andaban más rápido.
Cuando llegamos a los 5.500 metros, los tres compañeros que se nos habían adelantado estaban bajando porque dos de ellos no se sentía bien, quedamos cuatro, Facundo estaba decidido a bajar y Esteban quería hacerlo también, porque no quería dejarlo solo a Facundo en su regreso, quedamos solos con las ganas de seguir Miguel y yo. Tiempo teníamos, porque era un poco antes del mediodía, pero en lo personal no me parecía atinado emprender ese desafío los dos solos, justo llegó Cristian Escalante, un estudiante de Geología de la Universidad de Salta, que era uno de los que habíamos visto a la mañana temprano ascendiendo junto con una compañera de Facultad y con los que intercambiamos unas palabras en un alto en el camino. Le propusimos ir juntos los tres hasta la cumbre, al ritmo nuestro, cosa que aceptó totalmente, porque él también estaba cansado y hasta en cierto momento del ascenso se planteaba volverse y Miguel le dio ánimo para seguir, ya que faltaba poco para el objetivo.
Amigos, no quiero contarles lo que sentí en mi interior, cuando pasamos el acarreo y veo los penitentes. En mi interior sentía que esta vez no se me iba a escapar. El cansancio se hacía sentir, la altura, por supuesto y la responsabilidad de hacer bien las cosas, mucho más. Cada paso que daba, en los últimos tramos, era una suma de sensaciones indescriptibles, muchas emociones personales. El recorrido final hacia la cumbre, es un tramo corto en el que iba primero Cristian, y al final a unos metros Miguel. Cuando ya no lo veo a Cristian y me estoy acercando a los penitentes, deseo que la famosa cruz de la cumbre quede cerca, por suerte es así, me arrimo a la Apacheta donde está la misma y por supuesto no puedo dejar decir mi frase de descarga emocional que la resumo en unas cuantas palabras. ¡VAMOS LA PUTA MADRE QUE LO PARIO, CARAJO! Y a partir de ahí no podía contener mis lágrimas, pensé en muchas cosas que se me venían como tropel a la cabeza. Lo había logrado, no me había fallado a mí, ni a mis compañeros. A nuestro Presidente, Nicolás, que me había dado su confianza y aliento, a Raúl, que en todo momento creyó en mí y me estuvo apoyando, a Miguel con quien nos fundimos en fuerte abrazo y que sin su motivación no hubiese estado allí. Gran mérito lo hecho por él, en tan poco tiempo, lo que ha realizado en la montaña y su comportamiento como compañero de desafíos.
Sacamos nuestra foto de cumbre, realizadas por Cristian, con nuestra bandera que nos llena de orgullo, llevarla lo más alto posible, y que sintetiza todo lo que somos como Club de montaña. En lo personal, mi bandera en la que está mi Familia, con la bandera del Técnico, firmada por mis compañeros y amigos de la secundaria y por supuesto con la navaja, símbolo de mi Hermandad, con mi Hermano del Alma Iñaki, que, desde la ciudad de Pamplona, tierra de mis Abuelos Paternos, me sigue y alienta en estos caminos.
El regreso fue por supuesto con todo el buen ánimo y con el cuidado necesario para no tener ningún inconveniente. Ya veíamos la camioneta de Esteban, que amablemente nos esperaba lo cual nos daba un tirón especial, para sentirnos que cada vez estábamos más cerca de nuestro final del día.
Llegamos al campamento, que los compañeros ya estaban levantando y nos fuimos a San Antonio, a festejar y a descansar para el día siguiente volver a nuestras casas y terminar nuestra expedición.
Rubén Goñi