Refugio del Bayo 1-2 de junio 2019

        Días antes a cada salida, como todas las veces, realizamos un grupo de “Whats app” para coordinar detalles. La pensé muchas veces a la hora de unirme, no tengo equipo, no me quedo a dormir en una montaña desde hace 2 años.. podré?

        Y así con el impulso de Nico y Uli decidí aventurarme. Muy mala fama tenía el cerro, la puna pega, hay que hidratarse mucho, hay que estar preparado, no es fácil. Y era verdad.

4 40 sonó el despertador, y nuevamente vagó por mi cabeza la idea de desertar. Sin embargo me acordé con la sensación con la que vuelvo de cada salida a la montaña y esa fue la motivación para levantarme de un salto y terminar la mochila.

        Comenzamos la subida 14 compañeros, a las 9:40, con un día despejado, mientras el valle aún estaba quieto. Sabíamos que era una gran caminata y que había que regular el agua y la energía. No pasó mucho, que los más duchos comenzaron a perderse cuesta arriba. Los demás, seguimos a nuestro ritmo, sin perder el entusiasmo.

        ¿Desde bien abajo, ya se veía una antena al final del cerro, bah, ahí es? Le dije a un amigo, pensé que era más lejos. La antena, se la veía desde abajo, y no dejamos de verla nunca, solo que en nuestra perspectiva, estaba más cerca, fue así que el “ya llegamos” duró 3 horas.

        Llegamos a los 3900m y a pesar que no quería ni saber a la altura a la que estábamos, no fue necesario averiguar para empezar a sentirla. Sentirla en la cabeza, en la panza, en la agitación del pecho. Y así, a muy “pan y queso”, seguimos avanzando, a medida que el cuerpo nos permitía.

Y seguimos paso a paso, y sin saberlo, a la vuelta de la última loma, estaba el llano, y estaba el refugio. La alegría me invadió, habíamos llegado, habíamos podido, últimos pero enteros y felices.

        Los menos golpeados, caminaron dos kilómetros más, vaciaron sus mochilas para llenarlas de pesados bidones llenos de agua y con mucha humidad y generosidad la brindaron para todos. TRAJERON 60 LITROS DE AGUA¡¡¡¡

        Ese refugio, que tan cálidamente nos albergó, antes nada era, más que paredes. Yo lo conocí cuando ya estaba hecho un  “5 estrellas” en medio de la montaña. Y lo agradecí. Nos cobijó del frío, nos evitó el acarreo de carpas, nos proveyó de un lugar para compartir todos juntos en la montaña. Antes de empezar el relato, me puse a ver fotos de lo que era antes, y me emocionó, ver el laburaso que fue dejarlo como yo lo vi y disfruté. Y no quiero dejar pasar eso, que es lo más importante. El agradecimiento y reconocimiento a todos ellos, que trabajaron para que esto esté como esté, y que el montañismo siga creciendo, y haciéndonos aprender.

        Merencenamos, y a las 20 hs apagamos las luces. Dormimos, como pudimos, con los pies congelados, náuseas y con la cabeza como recibiendo martillazos.  Quién me manda a meterme en estas cosas, me volví a preguntar.

         Llegó la mañana, y agradecí ver el sol. Comenzamos a despertarnos, poner el agua, desayunar y empacar todo para partir. La cima del bayo, la contaré la próxima vez.

Emprendimos la vuelta y en tiempo record de aproximadamente 3 horas estábamos abajo. Almorzamos, y sentí que había pasado 4 días desde que habíamos salido.

Y es que eso es lo hermoso de la montaña, te vas dos días y la montaña te renueva y desenchufa tanto, que sentís que estuviste de vacaciones, y el frío, el dolor de cabeza, la puna y  el dolor de cuerpo pasan a segundo plano, y lo elegís todos los fines de semana.

         Los catorce, subimos y bajamos, más sanos y salvos que como habíamos empezado, y no solo eso, sino que mucho más compañeros y amigos. Compartimos, mucho, desde caramelos, pastillas, las últimas gotas de agua, hasta conocimientos y experiencias. Dos días intensos, llenos de experiencias, propias y grupales. Llenos de enseñanzas. Llenos de júbilo. Dejando agua y comida para los futuros visitantes a este sitio mágico, que la AAM gestiona y brinda con total desinterés.

Santi, Nico, Ibonne, Facundo, Sandra, Ceci, Enrique, Rubén, Pablito, Joel, Luciano, Juan, Adrián, Ceci.

CECILIA MARÍA BOCANERA