BAUTIZADOS POR EL ÑUÑORCO
El sábado a las seis llovía en San Miguel mientras enfilábamos para Tafi. De pasada en el trayecto las salidas del boliche, algún trasnochado de regreso, las nubes densas en el indio y un mensaje de Nico: cuando empecemos a subir la montaña vamos a pasar las nubes y ahí tendremos sol.
Promesa en mente llegamos al punto de encuentro en El Mollar a las ocho para empezar la subida al Ñuñorco Grande, rigurosos con la puntualidad porque son diez horas de caminata, cuya prórroga es a cuesta de toparse con el Alpa-Puyo (abrigo de la tierra).
Empezó entonces mi primera subida a la montaña como miembro de la Asociación Argentina de Montaña junto a varios amigos (ya no compañeros) que estaban también de estreno.
La subida fue ardua y el grupo se dividió en dos. Pasamos las nubes, llegó el sol y empezaron las placas imposibles. Siempre hacia arriba, nadamos en unos pastizales que superaban nuestra altura, y de repente percibimos que nos habíamos desviado de la senda, sin embargo, ahí -tan cerca tan lejos- estaba la cumbre rotulada por la antena. Diagonales pedregosas, ya habiendo marchado cinco horas, no fueron fáciles de atravesar. Pero yo pensaba «Hemos hecho mucho, ojalá nos dejen llegar a la cumbre» (Y otra vez, ojalá, ojalá) y sabiendo que lo mejor era solo visualizar la meta, nos abrigamos, comimos, proyectamos mientras caminábamos…
14.20 pisé mi segunda cumbre y el clima de felicidad era general. Hicimos un almuerzo rápido, la foto del grupo, pero me falto la foto en el banco, cima del hombre en la cima, y ni pude confirmar la existencia de una botella con nombres. Pero la voz del presidente era contundente, el Alpa-Puyo era ahora una amenaza concreta y había que apurarse a bajar, sabiendo que a veces hay que resignar la foto en primer plano, el nombre inmortalizado.
Como vamos aprendiendo en estas salidas, a veces ocurre, que por diferentes circunstancias a alguno de los compañeros le sucede un acontecimiento que le impide seguir. En este caso sucedió eso y se resolvió de la mejor manera, una de las compañeras no pudo continuar y quedó acompañada por otro de los compañeros, que como vamos viendo en la AAM, se resuelve poniendo la seguridad y el compañerismo por sobre la cima. De los 29, que éramos, llegamos 27 (en la foto de cumbre falta Florencia, la fotógrafa)
El retorno fue con sol y a distintos ritmos hasta Lagunita. Y ahí otra vez la voz de liderazgo llegó a ordenarnos para estar preparados: Ariel esta vez sería el primero, segundos los más lentos y todos iríamos siguiendo sus pasos hasta abajo.
Después de diez horas exactas de caminata y esquivando el manto de nubes llegamos a la base.
Habíamos sido bautizados.
María Paz Fourmantín