Por nuestros compañeros: Liliana Barbá, Fernando Nuño, Miguel Juri, Nadia Díaz, Edgardo Andrade y Natalia Dahud
Haciendo camino al andar –
Días previos la compañera Liliana nos propuso realizar una salida el día sábado 6 de febrero a Tafi del Valle, el itinerario era la Quebrada del Barón, pero detrás de esa ruta oficial tenían otra, la sorpresa de llegar al Refugio del Bayo, a los 4.350 msnm en las Cumbres Calchaquíes
Madrugamos para encontrarnos a las 6.40 hs en la estación de servicio Refinor en Tafí del Valle, desde donde emprendimos juntos el recorrido hasta donde dejaríamos los autos. Nos preparamos para iniciar la senda, bien abrigados para protegernos del frío. Comenzamos la caminata siendo las 7.36 hs. ¿Cómo escribir un relato de vivencia en el cerro? Hay muchas maneras, cada una refleja el espíritu de quien toma la palabra e intenta transmitir algo a otros que nos leen. Ya saben los compañeros más cercanos de la A.A.M que no me sale lo técnico, sino la emoción que siento al caminar con ellos.
Empezar por donde ponemos nuestros pies, levantamos la mirada y proyectamos alcanzar el “azul del anhelo”, apenas estirar la mano, parece rozar el contorno de esas montañas con nuestros dedos, quizás esa ilusión nos anima a ponernos en movimiento, fundirnos con la montaña majestuosa que se yergue imponente ante nosotros. “Prestar atención, sorprenderse y contarlo”, dice la poeta Mary Oliver, no sabía que ese verso iba a encarnarse con tanta intensidad siendo parte de un club de montaña. Caminamos prestando atención a las señales del paisaje, buscando la senda, identificando las apachetas, aprendiendo a interpretar el entorno, descifrar los mensajes del cielo, el viento, buscando el camino por donde seguir andando, a veces uno de los compañeros se adelanta para visualizar la mejor alternativa, los demás esperamos y seguimos, ante la duda consultan e intercambian experiencias y también se revisa el track. La intención es que todos podamos manejarnos con autonomía, cual andamios que se colocan para animar el pasaje de un lado a otro, así es la experiencia junto a mis compañeros.
¿Puede la experiencia sensorial abarcar todo cuanto aparece a su alrededor? Las piedras desperdigadas por el suelo, rocas enormes, trozos de lajas, yaretas como alfombras listas donde reposar las plantas de nuestros pies cansados, lomadas de montaña sumidas en un sueño milenario, reservorio de secretos inmemoriales, testigos fieles del paso del ser humano por ese lugar, de sueños, confidencias, alegrías, planes y proyectos de seguir trepando otras alturas.
¿Cómo guardar el aroma de la hierba fresca perfumando el aire (muña – muña y chachacoma), el vuelo de un cóndor surcando el ancho cielo, el trote veloz de los guanacos con esos ojillos remanso de paz, la variedad de colores de esas pequeñas flores silvestres que resisten airosas las inclemencias del tiempo? Será que caminar es la ocasión para despojarnos de la comodidad y encontrar en la tierra que habitamos lo valioso y esencial, eso que nos hace latir el corazón con intensidad, no sólo por el cansancio y la puna que algunos padecemos en la altura, sino la emoción que nos embarga sabernos uno con la madre tierra.
Hicimos algunas paradas en el camino para hidratarnos, comer algo liviano, reponer fuerzas, esperar a quienes íbamos más lento (la Cueva, los restos del avión caído, la Vega), cuando vislumbramos a la distancia el refugio del Bayo, levantamos los bastones, dimos gritos de alegría al encontrarnos con los compañeros que estaban allí desde el día anterior (Cynthia, Sandra y Juan). A medida que iba aproximándome sentí la humedad en mis ojos, estaba allí, un sueño compartido, animado y sostenido por esa gente linda que son los chicos de la A.A.M a quienes conocí hace apenas un tiempo.
Por ese palpitar en sintonía, gracias a todos, en especial a Edgardo que me ayudó atravesar el mal de altura, paso a paso, a pan y queso. En plena algarabía, abrazos, fotos locas saltando a más de cuatro mil metros, llegaron Cecilia, Sebastián y Ricardo, fruto de ese encuentro casual es la hermosa postal de los más experimentados con los recién llegados al club de montaña. Dejamos asentado nuestra visita en el cuaderno del refugio, por supuesto que volveré a ese sitio donde uno pudo sentir que ama la vida.
Siendo las 16 hs emprendimos el regreso, nos esperaba un camino cubierto con niebla por lo que fuimos a paso lento y próximos unos de otros para no perdernos en el camino, cuidándonos para llegar sanos, contentos y agotados después de doce horas de haber empezado el recorrido, subimos a los autos a las 19.40 hs para ir a tomar un café con leche reparador.
Caminar parece una incoherencia en un mundo en el que reina el hombre apresurado –disfrutar del tiempo, del lugar, una forma de ponerle freno al ritmo desenfrenado de nuestras vidas, una manera adecuada de tomar distancia de lo habitual para volver a las ocupaciones de la vida ordinaria con la mochila llena de sensaciones renovadas, con plena conciencia de lo pequeño que somos en el devenir de la humanidad.
Natalia Dahud