Llullaillaco – 11 al 16 de febrero de 2021

Por nuestros compañeros:  Sandra Herrmann,  Cyn  Pérez Mac-Gibbon, Adrián Domínguez,  Juan Manuel Espasadín

Esta expedición se venía planeando desde el 2020, había surgido de una propuesta de Chyntia que nos pareció muy interesante y un hermoso desafio.

Tuvimos un tiempo de investigación, charlas, videos, mucho entreno y montaña.

Los días previos pudimos tener una charla con Uli que nos compartió detalles de ruta y mucha confianza. Un verdadero placer y lujo escucharlo.

Salimos el jueves a las 15hs rumbo a San Antonio de los Cobres, llegamos pasadas las 22hs. Disfrutamos de nuestra ultima cena en la civilización mientras repartíamos las provisiones y repasábamos el equipo.

A las 4hs arriba Jaime nos buscaría a las 5hs. Para llevarnos a la base del Llulla.

Jaime es un reconocido guía de la zona, con mucha experiencia y muy predispuesto.

El trayecto S.O.S. , Tolar  Grande,  Base del Llullaillaco recorre paisajes increíbles, 5 salinas y las montañas parecen moverse entre mantos de colores. El viaje es largo, vamos hidratando todo el tiempo, estamos contentos,  se siente la aventura.

Jaime nos acerca hasta los 5000msnm, hasta ahí llega el camino de 4×4. Nos deja de frente a la ruta este. El camino elegido.

El cielo está despejado, corre mucho viento, la montaña se muestra limpia hacia la altura.

Empezamos a descargar el camión y nos damos con que más de la mitad del agua se había perdido, los bidones se rompieron.

Nos organizamos rápidamente y comenzamos a caminar hasta los 5250m. lugar del primer campamento, armamos las carpas entre piedras y nos dedicamos de lleno a estudiar la montaña  en vivo… reconociendo la media luna, viendo los acarreos hacia el filo que nos llevarían al murallón y luego al portezuelo. Nos hidratamos y a dormir.

Sábado.

Luego de unos fideítos con verduras gentileza de  nuestras compañeras, salimos a las 14 hs. para el campamento de altura.

 Llegamos hasta 5650m. se sintió la altura, física y mentalmente. Acampamos donde comienza la media luna, los chicos despejan unas terrazas para armar las carpas entre piedras y bloques de hielo. La vista es impresionante, nos dedicamos a hidratar cuidando el agua, solo era estar. A los compañeros se los veía fuertes pero todos estábamos muy silenciosos, preguntándonos por el frio, por el viento, buscando el ánimo correcto para encarar la cumbre.

Nos reunimos al atardecer para hablar de cómo nos encontrábamos y decidimos intentar cumbre el lunes, había mejor pronóstico de tiempo y nos daba un día de descanso.

Domingo.

Hizo mucho frio a la noche, las carpas congeladas, la altura no nos dejo dormir mucho. Salimos de las bolsas cuando el sol toco las carpas, y nos dimos con la música del agua que corría en un pequeño  deshielo, llenamos todas las botellas… teníamos agua nuevamente!!!!!!

El silencio seguía imponiéndose, el volcán imponía su presencia sobre el grupo.

Al medio día caminamos con Adrian por la media luna hasta los 5900 aprox.  Estudiando el camino, Cyn ya conocía, nos sentimos bastante bien,  llegamos al campamento hidratamos,  y a descansar de vuelta.

Subir por la cara este fue una buena decisión, nos daba la posibilidad  de una ascensión con menos campamentos, pero hay que estar aclimatados, con mucho entreno, horas de montaña y las salidas previas del grupo son muy  importantes, indispensable conocerse para alta montaña.

El grupo está bastante aceitado, sin fricciones, cada uno ya tiene su lugar y ver como se mueven los compañeros me llena de confianza y seguridad.

Cyn rápida y explosiva

Sandra fuerte y perseverante

Adrian  incansable  como pocos

Por sobre todo las chicas me trasmitían mucha tranquilidad,  estaban en los detalles, casi que nos cuidaban sin darse cuenta, nosotros parecíamos unos monitos zaparrastrosos al lado de ellas.

Sale  cena temprano, polenta con queso y de postre una barrita de chocolate. Estamos listos para mañana

Lunes 2,30hs.

Afuera cae una pequeña nevada, pronostico menos 20.

3,30 hs. partimos rumbo a la cumbre, Adrian, Cyn y Juan, Sandra decide quedarse.

El recorrido es  subir por la derecha de la media luna a través de un acarreo suave, hasta un playón y de ahí encarar el filo hacia el murallón. A las 5 hace mucho frio.

El Llulla. Se hace cada vez mas alto, van apareciendo los palos que marcaban el camino del inca, son pocos y dispersos.

Desde el murallón hasta el portezuelo es la parte que más se siente, nos lleva casi 2 horas, divisamos unas ruinas a lo alto y luego la cumbre. En lo personal también fue un umbral, de estar muy cansado,  a encontrar un ritmo cómodo con el cuerpo y la respiración.

Cyn y Adrian estaban muy decididos de llegar a la cumbre y ese fue el factor desicivo.

Uli nos había dicho que si llegábamos al portezuelo teníamos la cumbre. Era cierto, pero faltaba mucho!!!

El camino del inca es una clara subida en zigzag  que atraviesa el cráter entre manchones de nieve grandes como canchas de futbol, y un cielo infinito de azul y montañas.

Nos estamos pasando de las 14hs. Decidimos apretar la marcha. Se venían las nubes. Se terminaba el tiempo.

A las 15 llégamos arriba, nos tomamos poco tiempo para ver las cumbres, las habitaciones, los abrazos, se venía el clima y nos vamos rápido para abajo.

La bajada también es dura, nos lleva 3 hs llegar al campamento, desarmar todo rápido, y volver a caminar hacia la camioneta.

Sandra ya estaba abajo con Jaime. La bajada, entre el atardecer y el silencio, y la música del viento fue maravillosa y extenuante.

La jornada fue de 17hs. Pero la alegría del abrazo del compañero, de saber que tuvimos resto para pensar y decidir en altura, de habernos llevado bien entre todos y  de concluir un proyecto de alta montaña es enorme.

A las 20hs llegamos al camino. Nos subimos como podemos y de vuelta para Tucumán, donde llegamos el martes al mediodía

Lleva días darse cuenta y digerir lo que hicimos.

Muchas gracias al grupo por su fortaleza, a la AAM,

a Nico y Ulises por las charlas y concejos.

Y a Jaime quien nos monitoreo por radio, nos ofreció agua en caso de necesidad y acompaño a Sandra en el descenso. Una compañía  invaluable

Juan Espasadín