“Quizás sea un día como los demás, o quizás sea un día relevante que, por diferentes razones quede grabado en la memoria. En cualquier caso, por el momento, todo el mundo tiene ante sí una hoja en blanco sin nada escrito” After Dark- Haruki Murakami.
Escribo este relato desde la emoción, pero también desde las múltiples voces que intercambiamos con los compañeros, a horas de esta salida.
Habíamos decidido entrenar el sábado 31 de julio en la Quebrada del Barón. Una quebrada maravillosa y única.
Salimos muy temprano desde San Miguel, 7 socios, Ibbone Tuczio, Sofía Juárez, Fátima Lucero, Facundo Suárez, Natalia Dahud, Dolores Bascary y yo, luego se sumaba Nadia Díaz.
Queríamos estar comenzando a caminando alrededor de las 7 y cuarto.
Llegar a Tafí del Valle en una noche estrellada y despejada con una luna en cuarto creciente fue la primera caricia al alma, como un presagio de lo que acontecería en el día.
Cuando en el 2019 después de cursar el CIM decidí asociarme de nuevo, (fui socia en los primeros tiempos 2014 y 2015), un objetivo fue colaborar con mi aporte para la construcción del Refugio del Bayo. Sentí que así dejaría algo, mi aporte, para los futuros montañistas. pero no pensaba en el momento en que yo misma llegaría.
¡Poco a poco me fui contagiando de ganas y deseos de conocer ese mítico lugar, que sin dudas es un sueño y logro colectivo del Club, con tantos que hicieron el esfuerzo de acondicionarlo y trabajar en él!
Comenzamos a caminar y sobrevino el silencio. El Nuñorco grande y chico resplandecían y las cumbres del Muñoz se iluminaban. El frio era intenso!!!!.
Algunas paradas para aclimatarnos, poco viento y seguimos. Particularmente iba muy concentrada en mi respiración y el ritmo de la caminata, sin apuro, pero sin detenerme.
Llegamos muy bien al Puesto de Díaz y seguimos el ascenso hasta la Cueva (que algunos llaman piedra pintada). Ya la vega nos regalaba su maravilla. Mucho hielo y el canto-arrullo del agua por debajo. Un espectáculo magnífico.
Esos instantes en donde uno reflexiona y contempla, son el fruto más interesante de cada salida. Como para todos, estos días son difíciles en cuanto a pérdidas y tristezas que afloran en el alma. La pandemia nos golpea de un modo u otro. Siento que la montaña las alivia y las sana, soy una agradecida de poder hacerlo y compartir con mis compañeros el andar. En este momento mi corazón está junto a los que partieron y junto a los dolores de tantos.
En la Cueva hicimos un parate para comer alguito y recalcular. Fati no venía bien, ahí tomamos algo y seguimos un poco más. A la hora no mejoraba, en ese momento yo estaba cerca de Ibbone y Sofi que se pararon, Ibonne con tono imperativo me dijo: sigan! Uds. tienen que llegar al Refugio, por Dolores y yo que íbamos por primera vez. Sentí su aliento y su mirada. Ella bajaría al auto con Fati. Yo me sentía muy bien y ya me había picado el bichito de querer llegar….
Nadia fue una guía realmente de lujo iba enseñando y alentándonos.
Tantos intentos fallidos tanto deseo, y se daba hoy en el tiempo justo. Todo sucede cuando debe ser. Un caminar donde se mezclan pasos, sentires, respiraciones intensas, y miradas cómplices…
Fue muy duro. Intensísimo para un día, pero pudimos y por eso la emoción de llegar fue inmensa.
Caminar junto a la vega congelada (ideal para gramponear) fue una experiencia gélida pero el sol de a poco comenzó a acariciarnos. No terminábamos mas de subir.
Por fin llegamos y ver las antenas del Negrito a nuestra izquierda fue otro regalo.
A ese punto Nati también estaba muy apunada, con su clásico sueño…Tomamos la decisión de seguir Nadia, Sofía, Dolo y yo. Y ahí sobrevino el poder de la perseverancia y la fuerza. Facu y Nati también venían!, más despacio y atrás, pero llegaríamos todos. ¡Qué alegría!
Ese caminar arriba fue increíble para mí. Con las acotaciones e indicaciones de Nadia, quien tiene un carisma especial y acompaña muy amorosamente a los que van por primera vez al Refugio. La seguridad y su alegría que alienta e inspira.
Caminábamos y caminábamos y mi ansiedad aumentaba. Quería verlo y no aparecía.
Igual disfruté el trayecto, viendo aves y guanacos en manadas. ¡Hasta que por fin ahí estaba! El techo resplandeciente y mi corazón también.
Hasta ese momento resonaban en mí los relatos de los compañeros que había leído o me habían contado. Ahora, ahora era yo la protagonista y en ese momento surge esa posibilidad y ese poder interno que hace que se palpe la satisfacción.
Veía el Refugio, pero aún estaba muy lejos, ya era feliz. Muy feliz.
A cada paso siento que se nos dilata el alma. Me da esperanzas, me da alegría y poder. En lo grupal y en lo personal.
“El que te espera, enseña a respirar, alivia la carga de la mochila, se da vueltas a mirarte, mientras sigue andando lento, observando el entorno para elegir el sendero más suave cuando el cansancio nos invade, calcula los tiempos para llegar cuidándonos, así la lista interminable” Natalia Dahud.
Llegar fue hermoso y emotivo. Nadia, Sofía y yo primero, nos fundimos en un abrazo y quedó un lindo registro. Luego Nati, Facu y Dolo llegaron a los minutos y ahí si hubo lágrimas y abrazos.
Entramos juntos a Nuestra Casa, todo en orden e impecable. Otro regalo. Nuestro Refugio, pensado y equipado por muchas manos, pies y cabezas y sobre todo un gran corazón.
Fuimos a las afueras para comunicar la llegada a las chicas y a Nicolás. Sacar fotos, mirar el bello paisaje. Fotos, alegría y emoción no faltaron.
A los 40 minutos decidimos retornar, cerrar todo y despedirnos del Refugio. Lo haríamos por la ruta directa para llegar a tiempo antes que oscurezca.
Una ruta muy intensa y estresante por la pendiente, las piedras sueltas y el cansancio que se hacía sentir. Bajada larguísima. Cada tanto me daba vuelta y no lo podía creer, semejante paredón.
El regreso lo hicimos sin parar. 7 horas de ascenso, 40 minutos arriba y 4 horas de bajada hasta los autos. La idea de llegar a los autos donde nos esperaban Ibonne y Fati con paciencia y alegría por nuestra primera vez. Cumplimos a las 19.15 hs llegamos con el atardecer y el cielo con su arrebol inconfundible.
Cansadísimos pero felicísimos.
Gracias Compañeros, Gracias AAM, Gracias Pachamama.
María del Carmen Ahumada