Por nuestros compañeros: Adrián Domínguez, José Frejeiro, Ariel (Coche) Buczek y Rubén Goñi
Antes de dar comienzo a estas letras deseaba expresar mi gratitud y sincero reconocimiento a mis dos amigos en la montaña, Adrián Domínguez y José Frejeiro que me encomendaron este relato junto a Rubén.
La idea de formar una Unidad de Trabajo para proteger, mejorar y remodelar el Refugio de alta montaña fue gestada desde un inicio, por mi amigo Rubén Goñi.
La tarea encomendada se inició el día sábado a las 6 de la mañana, cuando Adrián pasó por mi domicilio, desde allí buscamos a Rubén y por último salimos a la ruta, donde en el Arco de la ciudad de Lules nos esperaba José.
Llegamos a la entrada a la senda, donde dejamos el auto, a eso de las 9. Como dentro de las actividades a cumplir estaba completar la subida de la última placa, que había dejado Enrique Pedro, en el comienzo de la morrena, de antemano, habíamos acordado que Adrián y José, que ellos se adelantaban, yo me quedaba acompañando a Rubén y nos comunicaríamos por radio, cada cierto tiempo.
Si bien el pronóstico, nos daba algo de inestabilidad climática, cada tanto nos aparecía el sol. Adrián y José, llegaron como a las 14, después de recoger la placa y con Rubén llegamos 1 hora después.
Luego de un breve descanso de 30 minutos dimos comienzo a las tareas que teníamos asignadas previamente.
Adrián, que ya tenía en su cabeza la solución que le vamos a dar el piso del Refugio, junto con José se fueron a cargar bolsas con arena, zarandear, separar y volver a cargar bolsas de arena, zarandear, separar y volver a cargar. Cada tanto paraban y volvían a esa actividad, durante el resto de la tarde a 4.350 msnm.
Mientras tanto dentro del Refugio, di comienzo con mi tarea de pegar el telgopor en el techo, con la silicona, con la ayuda de Rubén. Al comienzo tuvimos serios percances con la silicona que llevamos. No se nos pegaba como con la anterior que era de otra marca. Esta no adhería igual, lo intentamos de varias maneras, y les puedo asegurar que trabajar parado en un tacho, sobre un tablón inestable, haciendo equilibrio para no caerse, no es nada sencillo. Ya con toda mi humanidad agotada, mis brazos y piernas más con ganas de bajarse que de seguir haciendo algo más, y luego de varias opciones encontramos la manera de dejarla apoyada con unos soportes a cada placa, mientras la íbamos colocando, con la silicona ya puesta, y con eso logramos la adhesión, dábamos los hurras, pero no quisimos seguir y dejamos para estar seguros a la mañana siguiente de que sí se habían adherido las placas, ya eran las 19 y 30.
En lo que quedaba de tiempo disponible, procedí a dar una segunda mano de aceite de linaza a la puerta del Refugio, para protegerla de la sequedad y de la radiación solar, esto me llevó unos 30 a 40 minutos, hasta el anochecer, momento en el cual decidimos parar y retomar las actividades a la mañana del dia siguiente.
Antes de cerrar lo referido a las actividades del día sábado quiero resaltar la exhausta y fatigosa tarea que hicieron Adrián y José, que se había traído la placa y que se pusieron a palear, acarrear y zarandear la arena, debo decir por experiencia y vivencia propia que no es lo mismo hacer eso en la ciudad que a los 4.000 metros de altura, por lo que es muy loable y noble la acción de mis compañeros y amigos. Sabemos que esta acción produce una doble fatiga a esta altura.
Tanto Adrián como José, son de carácter introvertido y poco afectos a las palabras, pero sus corazones son nobles y desinteresados. Hacen que, en la montaña, uno siempre quera tener compañeros como ellos, en cada salida o expedición, porque personas como ellos harían cualquier cosa por un amigo en la montaña, para que esté bien.
Luego de haber concluido la jornada laboral del dia sábado, a eso de las 20 y 30, nos dispusimos a cenar todos juntos, para luego ir a descansar y retomar las actividades del dia siguiente.
La mañana del domingo, nos levantamos a las 8, luego de desayunar todos juntos, y previa charla, procedimos a retomar las actividades del dia anterior. Adrián y José, resolvieron ir a buscar agua a la vega, porque ya no quedaba agua en los bidones, salvo la que habíamos traído con José la última vez que fuimos en septiembre. Estos dos “sherpas” tremendos, se trajeron más de 30 litros de agua en sus mochilas. Emociona verlos descargar los bidones cuando llegan.
Con la ayuda de Rubén, continué con el pegado con silicona a las placas de telgopor al techo, y logramos casi terminar una de las partes centrales y ya nos quedó silicona para completar en una próxima subida.
Para terminar las tareas en el Refugio, Adrián y José, cuando regresaron se pusieron a recortar el poliuretano que quedaba en exceso de lo que había quedado en exceso, barrimos el Refugio, almorzamos, terminamos de recoger las últimas basuras que quedaba, colocando todo en una bolsa para bajarla, sacamos la fotito de rigor y emprendimos el regreso un poco más de las 12. Con el mismo procedimiento que a la subida, primero Adrián y José y yo con Rubén, con la consigna de comunicarnos por la radio.
Aquí quiero contarles un hecho curioso y significativo que nos ocurrió. Esto pasó bajando la morrena, nosotros con Rubén estaríamos a la mitad, y Adrián con José, ya casi abajo, y vemos un grupo de personas que estaban subiendo. Primero pensamos que era un grupo del Club, que nos había comentado Adrián que tenían pensado subir y bajar el domingo, pero se veía que no porque estaban subiendo por un camino que está un poco más al norte y no por donde sabemos subir, la cuestión es que vemos desde arriba y que hay un intercambio con nuestros compañeros y que un grupo continúa y que otros quedan allí, mientras que Adrián y José continúan su camino. Nosotros seguimos descendiendo y vemos que 3 personas se han quedado sentados y no continúan.
Llegamos a la piedra grande que está debajo de la morrena, donde siempre descansamos y se nos arriman estas 3 personas, eran dos jóvenes y una chica más grande. Esta chica (Zulma de la Vega) nos pide si es que podíamos ayudarlos a bajar, ellos estaban con frío, sin ropa adecuada y los otros que estaban con ellos se habían ido en dirección al Refugio, eran cerca de las 13 horas, no tenían radio para comunicarse, pero necesitaban bajar, el dia no estaba para quedarse allí, sin ropa adecuada. La situación era incomprensible, porque eran un grupo de amigos que salen con alguna frecuencia a la montaña, pero por lo que se veía con una dosis grande de improvisación. Por supuesto que le dijimos que si, y emprendimos el regreso con ellos, los chicos eran de Aguilares y Zulma de Monteros. Estuvimos bajando y conversando durante el regreso, y a la vez nos comunicábamos por la radio con Adrián y José, hasta que llegamos a los autos, nosotros más tarde, felices de haber cumplido nuestros objetivos, y también de poderlos ayudar a estas personas que encontramos en el camino.
Debo destacar que, para mí, no fue una salida más al Refugio. Todos tenemos obligaciones y compromisos, pero siempre tratamos de asistir, y continuar con el compromiso que tenemos desde el Club con este lugar. También remarcar el compromiso, humildad y sentido de responsabilidad de Adrián, José y Rubén que desde su posición aportan cada dia más para el mejoramiento y prestigio de este nuestro Club, la AAM, a ellos mi eterno agradecimiento por tan noble y desinteresado “Esfuerzo”
Ariel (Coche) Buczek