Por nuestros compañeros: María Cavagna, Guadalupe Zapatiel Locascio, Karina Aparicio, Analía Rosales, Cynthia Pérez Mc Gibon, Paula Cavanna, Natalia Dahud, Mariana Medjugorac, Ibonne Tucznio, Ana Luz Iraolagoitía, Lucía Cuenya. Viviana Nota, Facundo Suárez, Leopoldo D’Urso, Fernando Carrizo, José Monmany, José Sebastián Rodríguez, Ramón Nadal, Leandro Basso, Martín Villalba y Rubén Goñi
El destino para esta salida fue La mesada de Don Diego, en el Parque Nacional Aconquija, Portal Campo de los Alisos. Cabe recalcar que aun viviendo hace casi 11 años en Tucumán nunca habíamos escuchado de este sitio, todavía nos seguimos sorprendiendo por la cantidad de lugares que faltan (y esperamos pronto) conocer.
El sábado a las 5:30 con las mochilas ya preparadas, iniciamos el trayecto. Primero nos encontramos con Leandro, nuestro compañero de ruta, quien tendría su primera salida como socio de la AAM, posteriormente nos dirigimos a nuestro punto de encuentro que fue a metros del río Jaya, en el acceso al parque. La ruta suele estar muy tranquila de madrugada así que llegamos un rato antes de las 8:00, al ser los primeros en llegar decidimos dar un vistazo al rio. Nos encontramos con el sol naciente comenzando a alumbrar sus aguas.
Ver el puente derrumbado por la fuerza del río producto de la crecida del 2015, nos hizo pensar en cómo a veces la naturaleza tiene esa capacidad de ser tan cambiante, donde dos extremos pueden convivir con facilidad en un mismo ente, donde un día el río puede ser tan fuerte como para derrumbar un puente y otro día estar tan calmado como para permitir que unos amantes de las montañas puedan disfrutar de un día de aventura.
Nuestros compañeros llegaron unos 10 minutos después, con los saludos de buenos días al grupo y con el consentimiento del rio nos abrimos paso hasta el puesto Santa Rosa del PNA, nuestra primera parada, antes de empezar la expedición. Ya con la foto grupal en el paraje emprendimos la marcha con Rubén a la cabeza.
Teníamos un trecho bastante largo (4 km) hasta llegar a nuestro primer descanso que era el puesto Los Chorizos.
El camino se iba tiñendo con distintos tonos de verdes y risas a medida que íbamos caminando, el andar se hizo muy ameno gracias a esto.
Grata fue nuestra sorpresa al saber que Fer no solamente es un excelente montañista sino también un compañero programador.
El puesto Los Chorizos nos recibió con un pomposo árbol de naranjas. Ramón se encargó de bajar algunas para compartir bajo el sol.
Resulta curioso como el montañismo puede crear un ambiente tan agradable juntando tantas personalidades y profesiones, sin crear tanta disonancia. Un grupo humano diverso, pero todos con un mismo objetivo, disfrutar el encuentro.
Terminada la pausa retomamos el recorrido, el cual empezaba a estar acompañado por la voz del rio, a nuestra derecha, como si fuese nuestro guía. Hubo más fotos, charlas y risas.
Hasta que en un punto el verde se abrió dando paso al majestuoso río Las Pavas, ese primer vistazo fue mágico. Las rocas de distintos tamaños siendo golpeadas por el agua, alisos sin hojas a la vera del rio decorándolo y a lo lejos, las montañas.
Era un presagio de lo que pronto nos acontecería. Cruzarlo.
El primer contacto con el agua fue shockeante. El frio se iba apoderando poco a poco desde la punta de los pies hasta la parte inferior de las piernas, fue un shot de adrenalina necesario para continuar el viaje.
Fueron un par de horas más hasta el cartel que nos daba la bienvenida al destino. “Destacamento de La Mesada” se anunciaba.
Allí nos esperaba el cálido albergue, como si lo hubiesen puesto ahí solo para nosotros, nuestros compañeros ya habían llegado y estaban disfrutando del pastito de nuestro eventual alojamiento.
Nos recostamos, almorzamos y tuvimos un merecido descanso, nos quitamos las zapatillas mojadas y dejamos secar nuestros pies al sol.
En el transcurso de la tarde, mientras algunos compañeros exploraban las zonas aledañas en busca de leña para el fogón, las carpas comenzaron a aparecer una a una, algunas rodeando el aljibe, otras en la galería de madera, las demás dispuestas cerca de donde se montaría la fogata un rato más tarde.
Empezó a anochecer y como si de un ritual se tratase, las leñas y el fuego tomaron protagonismo, la tarde se prestó para mates y scons de Lucia, muy ricos por cierto. El fuego bailaba hipnótico mientras las anécdotas se hacían presente, creo que nadie se va a olvidar de la tía Kelly de Cintia. Mientras la leña seguía crujiendo, las estrellas empezaban a pintar el cielo de una noche fresca. La gente poco a poco fue yéndose a preparar sus cenas, otros a descansar, mientras algunos quedaron en complicidad con el fuego, entre más charlas y risas. Tocaba ir a dormir y recargar energía para el regreso.
El canto de las pavas del monte nos despertó a eso de las 8:00. Luego del desayuno, sin muchas ganas de volver comenzamos a levantar el campamento y tomar las últimas fotos grupales en el albergue.
Se hicieron las 10:40 y empezamos a caminar emprendiendo la vuelta. A lo lejos pudimos ver pavas del monte que nos despedían desde los árboles. Hicimos una parada en el último cruce del sendero con el rio las Pavas, donde almorzamos contemplando el paisaje. Fue una vuelta de 4 horas sin contratiempos y un caminar con buen ritmo.
Ya en el puesto Santa Rosa decidimos ir a Alpachiri a compartir una última comida juntos en “Lo de Santi’’, invadimos la plaza principal del lugar con las mesas dispuestas en una de sus veredas, además de alegrarle el día a la dueña del puesto de comidas. Nosotros pedimos un lomito y fue quizás el mejor lomito que hemos comido en Tucumán, se merece un relato aparte.
Dicen que una aventura no termina hasta que uno está en casa y éste parece haber sido el caso. Ya regresando por la ruta, entre charlas de bandas, música, familia, libros e historia con nuestro profesor de Lengua Leandro, notamos que el auto de Facundo puso balizas y se detuvo, lamentablemente la cosa era seria y nos reorganizamos, porque hubo que llamar a la grúa.
Alrededor de las 21 horas Facundo comunicó que ya estaba en su casa con el auto, ya con todos los compañeros en sus hogares la salida había concluido.
Fue una travesía hermosa ideal para empezar cargados de energía la semana y un nuevo mes, el mes de nuestra madre tierra.
Esta es nuestra tercera salida con la Asociación, y de a poco, vamos apreciando más la idea de que lo valioso no es solamente llegar a destino sino también disfrutar el viaje, el camino.
Cómo esos lazos nuevos generados en el trayecto y la calidez de sus acompañantes fortalecen y enriquecen más el disfrute de la aventura. Ojalá terminar algún día con las zapatillas, como las de Fernando con tantas andanzas.
Analía Rosales y Martín Villalba