Por nuestros compañeros: Benjamín Palacio, José Ignacio Monmany, María del Carmen Ahumada, Matías Apestey, Natalia Dahud, Silvia Lomáscolo, Nazarena Pasallo, Claudia Maristany, Fátima Lucero de la Rosa, José Maria Cuezzo, Juan Pablo Barilari, Michelle Camille Deaver, Pepe Rodríguez, Dolores Bascary, Viviana Nota y Paola Nucci.
Coordinador: Benjamín Palacio
Colborador: José Monmany
Por: Claudia Maristany
Agradecer poder caminar (a ritmo pan y queso) para llegar a ver paisajes increíbles. Y disfrutar del mate con bollo caliente como el manjar más preciado: corolario del primer día de esta travesía que comenzó en Raco a las 8. 36 de la mañana ascendiendo por casi 4 horas hasta Cruz de Yampa a los 2132 msnm, 900 metros de ascenso en casi 8 km de recorrido. Con lluvia por momentos y neblina. Mucho barro de ese que quema las piernas.
A las 13 hs. comenzamos el descenso hacia la Hoyada. Los 16 montañistas que eran desconocidos entre sí y que el andar en los cerros de Atahualpa va convirtiendo en amigos, camaradas, compinches… Llámalo como quieras. Las conversaciones sobre la filosofía de vida, la historia de la humanidad, las razones de la biología y la siquis humana son parte del itinerario… Y también el silencio, necesario para ir charlando con tus propios demonios.
El cielo se abre de a ratos dejándonos admirar el paisaje. Seguimos, cruzando algunas veces el río…., para emprender el ascenso hacia Anfama. Y ahí es, cuando ya se me empiezan a acabar las piernas y el aire, y donde todo está en mi cabeza… El mal humor y mi boca de camionero afloran tan rápidamente como el cansancio agotador a las 10 horas de marcha, ya sacando fuerzas de palabras que escuchaste, experiencias vividas y el famoso “qué hago aquí pudiendo estar tirada en el sillón viendo Netflix”.
Lo duro es que los demás compas del grupo tengan que encontrarse con la versión de uno mismo sin filtro, la peor. Dicho esto a todos y pidiendo perdón por anticipado si se me salía la cadena, asegurando con valentía que llegaría como sea y que no era nada contra nadie, continuamos con la mente puesta en el refugio…que no nos esperaba.
La noche se nos acerca y buscamos llegar a Rasguido (íbamos a ir a Chocobar en un principio) pero se larga la lluvia y pasando un poco las 11 horas de montaña, llegamos. Esperamos que algunos nos representaran, negociando por todos, habiendo ya acordado que si era posible nos quedáramos allí. En la espera yo rezaba que nos pudiéramos quedar… “Cómo haría para caminar una hora más?” me preguntaba. Finalmente nos aceptan y ya es fiesta. El mal humor se esfuma con el primer vaso de cerveza y el colchón en el piso con 2 mantas equivale a un 5 estrellas. Y sí, en un lugar agreste cómo este, es un lujo un techo, abrigo, comida caliente.
Al día siguiente amanecer en una especie de paraíso con la vista del Bayo y el Negrito nevado. Y un sol esplendido. Y sí… Ya eran cosas del pasado el dolor de piernas y el cansancio. Y ya empezar a pensar en cuándo volver… Ya estábamos listos para emprender nuestro segundo día.
Comenzamos a caminar a las 10 encarando hacia la escuela de Anfama para descender luego por la Cuesta de los Caballos. Los ojos quieren absorber tanta belleza. El clima ayuda a caminar más distendidos. La bajada es dura pero llegar al río es como hacer crioterapia.
Mucha solidaridad y cuidados unos de otros en los 8 cruces del Rio Grande hasta llegar al Camping del Siambón después de 20 km. Y 8 horas de descenso.
Cada vez que voy a la montaña experimento encontrarme conmigo misma como el revés de un tejido donde se ven los parches, los nudos lo que no es bello. Pero que si no estuvieran no existiría lo bello.
La montaña puede sacar lo peor de uno. Pero también lo mejor… Yo me encontré con fuerza, resiliencia y también humildad. Humor para reírme de mí misma y paciencia.
Gracias a cada uno de los que compartieron estos dos días.
Fotos de @JuanPabloBarilari