Refugio del Bayo 17 de agosto de 2019

Salida de nuestros compañeros Nadia, Edagardo y Érika

ESTA VEZ SI

Esta vez, (el segundo intento) se lograba o lograba; estaba en nuestras mentes. Fue un objetivo a cumplir.

     El Refugio del Bayo nos esperaba, pero para llegar debíamos (Nadia Díaz, Edgardo Andrade y yo, Erika Gramajo Romano) levantarnos bien temprano. En mi caso 4am. Nadia con Edgardo me buscan a las 5:10 am de Monteros. Fue un viaje súper tranquilo, hasta que llegamos al galpón, de noche aún, no hacía frío, entre 13 y 14 grados de temperatura a comparación de la vez anterior que estaba a 0 grados en Tafí del Valle.

     Salimos a 7:05 de la mañana, llevábamos más de 2 Kg. de cemento cada uno en las mochilas para ayudar en los arreglos del Refugio. Yo, guiándome con una linterna iba con pasos presurosos; en cambio Nadia y Edgardo sólo alumbrados por la luz de la luna. En el camino iba pidiendo a Dios y permiso a la Madre tierra en llegar a nuestro objetivo sin dificultad y que todo nos vaya bien. Se avecinaba el alba, nubes color magenta y rosadas nos acompañaban, unas ráfagas de viento fresco aparecían de vez en cuando. Sabíamos que la primera parada sería en la “Piedra Pintada”, no nos detendríamos por nada, íbamos con pasos seguros y tranquilos.

     En el transcurso de la caminata vimos unos guanacos que nos daban la bienvenida antes de llegar a nuestro primer descanso, a lo cual llegamos a las 9:20 am. Nos sacamos los abrigos, ya que nos hacía calor, comimos algunas golosinas acompañado por un rico te caliente de manzanillas. 9:40 emprendimos de nuevo la caminata, ya la última parada sería hasta llegar al Refugio.     Comenzamos subiendo el filo de un cerro, con un poco más de ritmo, el sol tenuemente nos acompañaba. Desde aquí ya no había una senda marcada, sólo es subir al filo y seguir.

     Llegamos a la gran subida, enormes rocas eran su principal compañía. Edgardo nos dijo que tratemos de no alejarnos demasiado uno del otro, que estemos unidos en el ascenso, a lo que hicimos caso. Nadia en la punta, rápida y tenaz, secundaba Edgardo con pasos seguros, observando de vez en cuando el GPS, al final yo, un poco lenta pero perseverante. Nuestro objetivo estaba más cerca. El viento helado empezaba a  azotar con más fuerza, el cual me ayudaba a oxigenarme mejor; estábamos sobrepasando los 4.000mts de altura. Superamos la subida; luego llegamos a un punto donde caminamos sin poder divisar algún punto de orientación; a la distancia, pero con claridad se observaba El Negrito. En esos instantes no sabíamos por donde encarar; Edgardo decía que nos faltaba todavía unos 200mts aproximadamente, en esos instantes decayó mi ánimo; Nadia estaba muy ansiosa ya buscaba orientación con su celular; debíamos subir una cuesta más. Desde el lugar donde estábamos no se divisaba ningún refugio, o algún techo, nada; sólo piedra, pastizales y rocas enormes.  

     Mi compañera se dirigió directo a la última subida con prisa, la seguimos. En un instante ya no veía las figuras de mis compañeros; yo seguía con mi paso lento, pero sin perder el ritmo. El viento se hacía sentir con fuerza a mis espaldas…Silencio…Escucho luego gritos de Nadia, a pesar del viento. Miro hacia arriba y veo apenas a Edgardo señalándome que a mi derecha estaba el famoso Refugio de AAM. Esa señal fue para mí el impulso que necesitaba. Escuchaba ya con más ímpetu los gritos de alegría de mi compañera, que ya estaba en el Refugio, QUE LLEGÓ!!!

     Subo con todas mis fuerzas, diviso algo clavado en el suelo, en una planicie y por fin el Refugio aparece, el cual estaba oculto detrás de unas rocas… la alegría fue infinita, descargue mi energía, habíamos llegado! Eran las 13hs. Grité con todas mis fuerzas, como nunca lo había hecho. Ingreso por primera vez al REFUGIO DEL BAYO, asombrada y agitada por el esfuerzo final.

     Observe todo lo que había, me preguntaba qué difícil fue construir y llevar cada material a este valorable lugar. Dejamos las mochilas, buscamos unos aislantes para sentarnos no directamente en el piso helado. Las ráfagas de viento movían el techo de chapas, hacía mucho frío; nos pusimos toda la ropa que teníamos, almorzamos; yo poco, no tenía hambre, si liquido. Mientras tanto Nadia nos sacaba fotos. Luego Edgardo salió fuera y arreglo (como pudo) un panel solar que estaba un poco suelto por los vientos que surcan por allí. Salí también afuera, necesitaba el calor del sol. Ya eran las 14hs. empezamos a guardar todas nuestras cosas en las mochilas, dejamos las 3 bolsas de cemento (qué feliz nos sentimos en poder colaborar con nuestro granito de arena a este Refugio).

     Después mi compañera anotó en el cuaderno la hora de llegada y lo que se dejó. Ya eran las 14:20, sacamos una selfie, dimos el último vistazo al lugar y emprendimos el regreso, con el alma llena de satisfacción.

     La bajada para mí fue lenta, ya molestaba la rodilla izquierda, mis compañeros se detenían de vez en cuando para no separarnos demasiado. Ellos iban muy bien, descansamos de nuevo en la Piedra Pintada unos 10 minutos. Fueron las 17hs. comenzamos la bajada, pasamos el Puesto de Díaz, con el balar de las ovejas, seguimos felices. Por fin, observamos a la distancia, a la camioneta; Nadia tomó la delantera, llegó primero, Edgardo se quedaba de rato en rato para ver si yo seguía bien. Llegamos todos muy bien, con la felicidad marcada en nuestros rostros. Emprendimos el regreso a casa, con la dicha de haber experimentado una “travesía”, que para mis adentros será inolvidable.-

                                                                   Erika Gramajo Romano