La intervención de un espacio físico conlleva la transformación del tipo de actividades de un lugar para otorgarle una identidad colectiva diferente. Mediante una acción colectiva, integrada por actores sociales involucrados directa o indirectamente con la causa, se apropia y se pone en valor el espacio en cuestión. A partir de la intervención, la comunidad en general cambia su manera de relacionarse con el lugar.
Los proyectos que llevamos adelante desde la Asociación Argentina de Montaña se adaptan perfectamente a esta definición y por eso es que la he utilizado. Vayamos al ejemplo del proyecto de acondicionar el refugio del cerro Bayo a más de 4300 msnm: en el año 2017. Se intervino en el espacio donde anteriormente se realizaban otro tipo de actividades (laboratorio de alta montaña, estación meteorológica y finalmente quedar en estado de abandono). Mediante la acción colectiva de distintos actores sociales, en este caso los socios de la AAM, se ha podido poner en valor el Refugio para uso y goce de los montañistas tucumanos.
El sábado 14 de marzo de 2020, una expedición integrada por 6 socios de la Asociación Argentina de Montaña: Adrián Domínguez, Pepe Martín, Ana Boschetti, Fernanda Albertus, Eloisa Quiles y quien les escribe, se dirigió al Refugio llevando dos placas de goma para el piso y carteles adhesivos informativos.
El grupo se caracterizó por la buena onda y principalmente por el orden y la puntualidad, lo cual garantizó una trepada excelente con mucha energía y sin detalles librados al azar. En mi caso particular me tocó afianzar mi relación con Pepe ya que no solo compartimos vehículo, sino también que asumimos la responsabilidad conjunta de llevar una de las placas, para ello hemos decidido turnarnos en el traslado de la misma.
Arrancamos tempranito y puntuales, tomando las precauciones que nos aconsejó Nicolás; acomodamos las placas, repartimos los pesos y largamos. Al principio un poco de frio pero a los pocos minutos comenzó las primeras sacadas de campera, acomodadas de guantes y gorritos. Pepe inició con la placa, mientras yo lo acompañaba de cerca asistiéndole con la hidratación. Al llegar al puesto de Díaz, realizamos el primer descanso, ya había pasado poco más de una hora. Adrián sacó una bolsa de maníes que compartimos entre todos, cargamos agua en el arroyo y seguimos. Ahora me tocaba a mí llevar la famosa placa.
Afortunadamente, a pesar del peso, no resultaba incomodo el traslado de la placa ya que estuvo bien atada y firme. Le metimos a buen ritmo hasta la Cueva. Fer, siempre muy atenta, me fue ayudando con la hidratación. En la piedra descansamos brevemente y también discutimos acerca de las pintadas en estos espacios, problemática que podemos discutir en algún momento con el resto de los socios. Personalmente opino que este accionar en nada difiere con las pinturas rupestres que realizaban nuestros antepasados, quizás en unos cuantos años estas adquieran algún tipo de valor patrimonial. Así que, aunque no promociono estas prácticas, tampoco las rechazo.
Al pasar por el Rocódromo, lugar que suelen visitar nuestros amigos Oscar, Bernardo y Aylen eximios escaladores del club, comentamos acerca de la práctica de la escalada en sus diferentes modalidades y de cómo fue creciendo la disciplina en la AAM.
Durante el camino fuimos disfrutando la naturaleza pudiendo observar guanacos, cóndores, pequeños roedores y otro animalitos de nuestra fauna. Adrián y Elo con una energía tremenda iban dirigiendo el grupo, labor que realizaron de manera excelente, bancando al resto del equipo, motivando y manteniéndolo unido. Pisando de cerca Fernanda y un poco más atrás Anita y Pepe, yo me iba trasladando según mi energía pero con ganas de compartir un momento con todos. El grupo en general siempre compacto, nunca perdiéndonos de vista.
Ultimo descanso en la piedra cuadrada. Pepe me pasa la placa, quedaba la parte más dura: esa subida bien empinada a mano derecha. Realmente me costó, en ciertos tramos decido bajar un poco el ritmo, pero manteniéndome en marcha.
Me sumerjo en ese limbo que me gusta definirlo como “estar en la zona” donde tu mente se concentra completamente y solo pensás en seguir con la actividad que estás realizando, es un momento cumbre donde cuerpo y mente están enteramente enfocados en lo que está pasando. Esa sensación la suelo experimentar al escalar, en esas vías duras, justo en ese paso que estás a punto de sacarlo, donde necesitas tu máximo rendimiento. Aquí también la experimenté.
La placa pesa, es verdad, pero te transmite una energía inexplicable. Es la representación de todo un proyecto colectivo donde estoy aportando un pequeño granito. Son 9 kilos de todo un club empujándote. ¡Acción colectiva!, pienso, cada quien aportando para lograr cumplir con este objetivo.
Últimos metros, terminamos la subida. Quedan apenas unos minutos para llegar al refugio. Adrián, Elo y Fer continúan. Aprovecho para quedarme a solas unos minutos argumentando que quiero esperarlos a Pepe y Anita. Me tomo para mí 5 minutos de mente en blanco. Pensar en nada, relajarme, sentarme un rato en una piedra y dejarme impresionar por los paisajes que me regala la Pacha.
Hago entrega de la placa y continuamos. Sonrisas y abrazos nos invaden antes de llegar. El resto del grupo nos espera con un almuerzo y un par de flashes para inmortalizar el momento. Me quedo con una hermosa imagen con Pepe levantando entre ambos nuestro aporte al Refugio.
El clima ayuda, podemos almorzar los sanguchitos afuera y disfrutar la vista. Media hora y decidimos regresar. La vuelta comenzó algo complicada, nos agarra a los pocos metros lluvia y granizo. Pero salieron a la luz 3 hermosos pilotos amarillos que se calzaron Elo, Fer y Anita, a partir de ahora “los 3 patitos”. “A todos los vuelvo loco mama, con mi campera amarilla” les canto y nos reímos. Pasito por acá, pasito por allá seguimos bajando cruzándonos con otros montañistas y compañeros del club. Abrazos van charlas vienen, alentamos y continuamos nuestra marcha. El clima aunque algo cambiante ayuda bastante, siendo las lluvias muy esporádicas y de corta duración.
9 horas y 23 minutos después de cruzar el primer alambre, estamos nuevamente en el inicio de nuestro camino. A la vuelta nubes negras y una fuerte lluvia me recuerdan lo dura que son las noches en Cumbres Calchaquíes. Los visitantes del Refugio estarán agradecidos.
Agustín “Hormiga” Cebe