El Negrito (4 650 msnm) último ascenso CIM 2022 marzo-mayo

Llegó la última salida de la décima edición del Curso de Iniciación a la Montaña. El ascenso a las Cumbres Calchaquíes, puntualmente al cerro El Negrito, es un desafío de 4 650 metros el primer acercamiento a la altura, para muchos de los participantes.

    La noche en El Infiernillo fue una de las más frías que tuvimos, las carpas amanecieron con una pequeña escarcha, pero el sol del día siguiente auguraba la hermosa jornada, que nos regaló colores inolvidables.

    Llegar al campamento, armar las carpas, buscar agua, preparar unos mates y luego la comida, pueden ser tareas simples, pero se complican cuando los 4100 metros de altitud se hacen sentir y el malestar en el cuerpo se instala. Cada paso pesa y los movimientos se hacen más lentos.

    Por la noche el viento se hizo sentir, ululaba a través de las rocas y dentro de las carpas. A la medianoche dejó paso al silencio, para muchos la espera de la mañana siguiente.

    A la mañana siguiente llegó la hora de salir hacia la cumbre, algunos se reponían de una mala noche, otros decidían no salir y se quedaron bajo el cuidado de Aldo.

    “Caminamos diez minutos y paramos a desabrigarnos” dijo Ulises con firmeza, sin embargo, el sol brilló por su ausencia y el Huayra Tata se presentó ante nosotros, con toda su fuerza, haciendo que el frío se hiciera sentir aún más. No nos detuvimos hasta el cono cumbrero, para reencontrarnos todos.   

    Cuando estuvimos todos reunidos llegó el momento de encolumnarse hacia la cumbre, unas palabras de aliento y el paso a paso nos llevaron a lo más alto. Arriba los abrazos que le hicieron frente al frío y que se juntaban con las lágrimas. Desde arriba mirábamos a nuestros viejos amigos: el Cabra Horco y El Taficillo, adivinábamos a lo lejos El Pesebre, donde toda esta aventura había comenzado. Luego las fotos y el descenso que no debía hacerse esperar.

    Pero aún El Negrito nos tenía una sorpresa: el viento esta vez nos iba a teñir de blanco. Llegar a las carpas, desarmarlas y descender. Los que bajaron no fueron los mismo que subieron, algo había cambiado en cada uno, lo sepan o no.

    Queda solo felicitarlos por haberse animado a este desafío, por atreverse a formarse para adentrarse en nuestros cerros. Esperamos seguirnos encontrando.

Andrés Suárez

De una alumna del CIM

                                                         Haciendo cumbre en “El Negrito”

    La montaña me recibió con un montón de síntomas inespecíficos, la acertada aclimatación fue una forma de cuidado que me ayudó a reponerme para llegar feliz a hacer cumbre.

    Esta iniciación a conocer y habitar la montaña ha sido una de las aventuras más peligrosas o más afortunadas que emprendí. Cargar la mochila solo, solo, solo con lo necesario, dormir en carpa, la cuestión del baño, tomar agua de la Vega, saber que nadie me va a sacar de la montaña, y el MAM, convirtieron esta aventura en un gran aprendizaje.


    En realidad, es lo que más me llamo la atención del discurso del profesor Ulises en la primera clase, lo maravilloso de la montaña es saber que podés sobrevivir con poco. Solo con lo que tenés en tu mochila, incluso a veces menos.


    Si, hacer montaña, transitar la montaña es un privilegio, nos arrima a la sencillez, nos hace sentirnos pequeños en la inmensidad e inmensos por el privilegio de sentir que en ese momento pertenecemos a ella, qué osadía.


    Además de que tanta fuerza de voluntad para seguir el camino y dar paso a paso, limpia el corazón, eleva el alma y educa la mente.


    Por eso, Hacer cumbre me regaló el “criterio de realidad”, las piedras, el viento, el agua nieve y la altura, toda esa incomodidad, alcanzada la cumbre se transforma en gratitud al cuerpo, vehículo que lo permitió, plenitud de sentir y respirar el aire más alto que pude, plenitud de admirar la belleza a la que quiero pertenecer.

Trini