Día 3 de agosto de 2019. Primer parte.
Hoy empezaron su excursión Arkaitz Ibarra y Ulises Kusnezov.
Pasaron la noche en Vinchina y después de algunas demoras de último momento viajaron cuatro horas subiendo a la estepa puneña para, a media tarde, bajar del vehículo en la banquina de la ruta del Paso de Pircas Negras al oeste de la Rioja a 4.400 m.
Caminan al norte, van hacia el Nevado de Pissis un volcán de 6.815 metros que forma la frontera con Catamarca.
Los últimos momentos en la civilización son especiales, terminar de armar las mochilas, dejar a mano la ropa y el equipo que se va a usar inmediatamente, ultimar detalles. Sobre todo, no olvidar nada, porque se llevan pocas cosas, casi todas indispensables. Al rato de entrar a la montaña el mundo se simplifica, la mente se relaja, las necesidades son otras, orientarse, tomar agua, acomodar la carga, más tarde encontrar un buen sitio de campamento.
Hoy pudieron remontar los primeros 15 km de un amplio y desolado valle al pie del Vn. Bonete Chico, paradójicamente una montaña tan grande que van a tardar días en dejarla atrás**.
Los cielos han estado despejados, pero eso dice poco, en la Puna manda el viento que tal vez hoy los ha respetado. La temperatura nunca llegó a cero, y esta noche bajará a quince o veinte grados bajo cero.
A las 20 horas llegó la señal del “in reach” (dispositivo de comunicación satelital que indica donde se encuentran). Están a 4.600 en un pequeño estrechamiento del valle. Como todas las tardes de los próximos días dedicarán un rato a armar la carpa, se pondrán a fabricar agua derritiendo nieve, hidratarse, cena, la charla nocturna, los planes para mañana y a dormir.
Ellos que han andado por cerros de todo el mundo saben bien que recorren terreno extraordinario, no hay montañas como estas, casi parecen de otro planeta. Agua en estado líquido no hay, solo algunas lagunas tan salobres que ni siquiera se congelan. Todo es lava y ceniza volcánica, nada de árboles o arbustos, apenas pastos duros o plantas tipo cojín (yaretas o cuerno de cabra).
Ulises es de Tucumán, tiene 25 años. De chico pasaba las vacaciones en una casa familiar en Tafí del Valle. Desde que tiene memoria se pasaba subiendo los cerros que estaban atrás de la casa de su abuelo, que como él y su padre también eran montañeros. La experiencia en montaña se fue acumulando y el año pasado subió por sus propios medios el Manaslu, uno de los catorce ochomiles (las montañas más altas de la tierra). Fundador de la Asociación Argentina de Montaña, trabaja como guía profesional en A Cielo Abierto.
Arkaitz dio sus primeros pasos en la Sierra Nevada en España, siguieron escaladas alpinas, Pirineos, los Alpes, el Mustagh Ata un siete mil quinientos en la cordillera del Kun Lun en Asia. En 2006 llegó a la Argentina y desde entonces ha acumulado una notable cantidad de cumbres, algunas en ascensos rápidos, porque Arkaitz gusta del atletismo. Trabaja como guía profesional en Aran Expediciones
Los andinistas suelen crear sus propias reglas, su propio modo de hacer las cosas. Por eso Arkaitz y Ulises descartaron usar camionetas doble tracción para salvar parte de la distancia (la modalidad que normalmente se usa en la zona). No quieren que se les escape ni un metro de esa travesía, les apasiona enfrentar esta lucha desigual. Es el tesoro oculto en estas montañas, el aislamiento, las grandes distancias, la aspereza del invierno en la Puna.
**El Co. Bonete Chico también integra el grupo de las más altas cimas del continente. Fue subido por el lugareño Cirilo Urriche y el profesor Vicente Cicchitti a mediados del siglo XX. Un cerro que ha dado lugar a una curiosa disputa porque, por ahí cerca, también hay un Co. Bonete Grande, curiosamente mucho más bajo que el Chico. Y la gente ha lidiado con este aparente enigma ignorando la picardía de la toponimia del campo: Ambos son volcanes, esos “bonetes” son conos volcánicos. El más bajo, tiene un cono grande. El otro, el alto, un cono volcánico pequeño. Señores de las ciudades, lo chico y lo grande no es el cerro, ¡es el bonete!