ALGUNAS REFLEXIONES DE LA MONTAÑA EN TIEMPOS DE CUARENTENA

Cuando en la década del 60 se pretendía escalar el Chaltén, el Torres o

cualquiera de las hermosas agujas graníticas de nuestra Patagonia, no se contaba

con GPS que los orienten, oficinas meteorológicas que les permitieran estimar las

ventanas de buen tiempo como se hace ahora, mientras se quedan cómodamente

esperando en un albergue u hotel. En esa época a veces tenían que esperar en

cuevas de hielo quizá hasta unos 10 o 15 días que “apareciera” algún día un buen

tiempo o en un bosque extremadamente frio y húmedo con lluvias interminables

sin saber qué hacer. La mayoría de las veces debían regresar con la frustración de

no haber podido concretar pese a los grandes esfuerzos económicos, logísticos para llegar a un lugar tan remoto. Pero al final todo tiene su recompensa.

    O piensen en los que viven en la Antártida que se deben pasar no menos de

6 o más meses encerrados en un lugar que puede ser un “albergue 5 estrellas” del

que no pueden salir hasta que llegue un nuevo periodo más benévolo.

    Creo que lo que estamos viviendo con esta cuarentena es una prueba más

del temple a los que nos somete las circunstancias actuales que nos toca transitar

y debemos aprender a manejar nuestros demonios internos.

    Los escaladores de los 50 o 60 pasaban por esto. Esta circunstancia tan

particular de este confinamiento, con seguridad pasara muy pronto y debemos aprender a manejarlo como una prueba más a la que nos puede someter la montaña.

    Les dejo una serie de fotografías nunca publicadas de una expedición de enero del 62 al Pier Giorgio, en las que participó entre otros, mi padre, Orlando Bravo y que no pudo hacer cumbre, para tomar dimensión de lo expuesto.

    Todo este material fotográfico es inédito, y me da un gran placer hacerlo público a través de la Asociación Argentina de Montaña, club al que pertenezco.

Claudio Bravo