Cruz de Yampa – 22 de agosto de 2020

Nuestros compañeros Dolores Bascary y Pepe Segura, hicieron este recorrido, partiendo de la Iglesia de Raco

El conocimiento como herramienta emancipatoria

Comenzamos tipo 8.45, una ancha y bendecida senda, arranca por el costado izquierdo de la Iglesia de Raco. Rápidamente al margen de la senda, se levantan imágenes de matos, solitarios, sin frutos convocantes, con algunas orquídeas sin flores, se confunden, pero su color verde la destaca entre ramas desnudas, aún con botones de brotes.

    Algunos elementos del bosque secundario, como las afatas que empiezan ya a abrir sus flores, se escucha un coro de pavas del monte (Penélope obscura), desde algún rincón del templo, nuestro andar cambiando aires y comentarios de lo que vendrá, provoca el vuelo torpe, en la espesura, que permite apreciar el escondite del coro.

    Llegamos así al lugar conocido como el Duraznillo, en unas casas con una pared pintada de rojo, seguramente casa de puesteros responsables del ganado del dueño de la tierra, allí vive Benjamín un niño con el sol en la cara.

    La senda va discurriendo en subidas suaves entre lomas, avistamos los pisos altitudinales de la vegetación sobre otras lomas, donde se observa claramente, el desarrollo de vegetación en laderas que reciben la humedad del sur-este.

    Así llegamos a los 1500 msnm, altura aproximada indicada por la aparición de los primeros alisos, maravilloso árbol, por su capacidad de remediar procesos de erosión y avance de cárcavas, tiene un poder cicatrizante de daños en el suelo, por el aporte de materia orgánica. El desarrollo de este bosque tiende a estabilizar las cabeceras de las cuencas hidrográficas, que a estas alturas arrancan.

    En esta época ya ha semillado el aliso, y sus conos femeninos se encuentra la mayoría en el suelo, se observa el retoño del brote y los amentos de la flor masculina permanecen en el árbol. Este bosque está condicionado por el mal uso del recurso y la carga ganadera que soporta.

    La senda discurre ahora por lugares de escurrimiento de agua atravesando y subiendo por el costado de un alambre, la vista se abre imponente y al frente el Cabra Horco, al norte se distingue la senda que sube desde el rio hacia la cruz de Yampa, aturdida por el ronroneo de motoqueros de cabeza ignorante dakarizada, rompen abruptamente el placer sinfónico del lugar.

    Un grupo de baqueanos nos indica la existencia de un callejón más arriba, siguiendo el alambre, nos permitirá cruzar hacia la loma de Yampa. Valiosa información, de la que carecimos la subida de un mes atrás y no pudimos dar con el cruce, pero lo mismo, el disfrute de la caminata valió.

    Llegamos al callejón, imponente avenida intermontana de hacienda,  separa dos lotes, vayauno a saber de quiénes serán y la razón del encierro, al finalizar el callejón ya se observa la cruz. Un grupo de Chuñas ensayaban un coro importante, corriendo por los bosques de alisos y continuamos subiendo, se aprecia la recuperación de la pastura de un año sin hacienda en algunos de los encierros. Siete majestuosos Cóndores saludaban nuestra llegada, barcos volantes que surcan térmicas sin un aleteo, magnífico espectáculo.

Si bien el modesto monumento a la memoria de Mercedes Yampa, que falleció en ese lugar por hipotermia el 26 de marzo de 1930, recuerdo compartido por Felipe Córdoba y Manuel Arce, no cuenta nada más, hay relatos de baqueanos que dicen qué: Mercedes Yampa era un varón, con nombre de mujer por su onomástico, su nacimiento coincidió con el día de la Virgen de la Merced un 24 de Setiembre. Bajaba de Anfama  el cansancio, la noche y el frío acabó con su vida en ese lugar.

Eran ya las 12, llegamos con buen tiempo, observó mi compañera de subidas, Lola, y dispusimos unos sanguchitos recuperadores y agua para hacer un paseo en el lugar, apreciando la majestuosidad del paisaje, tratando de identificar las cumbres del Mala Mala, sin poder precisar la maravilla observada.

    A las 13 iniciamos la vuelta y un cazador demostraba sus habilidades aéreas en la búsqueda de su presa, despidiéndonos de ese lugar, se trataba del halconcito común, su silueta contrastaba con la de los barcos volantes.

    Un grupo de seis ciclistas nos sorprendió, por las características de sus bicis y su desplazamiento en la montaña. Indicamos la bajada por donde subimos, Lola indicó la presencia de cárcavas importantes que podían comprometer su bajada en las bicis un ciclista dijo –nos encantan las cárcavas- sin palabras.

    Continuamos bajando llegando al punto de partida a las 16.30

    Unas latitas de las negras, y una picadita en mi pocilga ayudaron la rehidratación y a la evaluación del paseo.

Pepe Segura