Por nuestros compañeros: Fernanda Albertus, Sofía Juárez Alieno, Eloisa Quiles, Ricardo Gramajo, Juan Pablo Barilari, Esteban Mansilla, Fernando Carrizo, Adrián Domínguez e Ibonne Tucznio
Todos subimos a una montaña por distintas motivaciones, más allá de lo deportivo, hay tantos motivos como personas que conforman una expedición. Incluso diría que no siempre nos motiva la misma razón (en mi caso) cuando se decide hacer una. Lo que si sé, es que la montaña nos une, y somos uno, uno con ella, y nos une en eso humano que nos habita, y esas “diferencias” que portamos, en ese transitar por esos cachos de piedras y tierra, desaparecen. O mejor….. nos enriquecen. Como dice la canción: “aprendemos el catequismo que enseñan sólo los viajes”.
Y en este relato quiero resaltar eso: lo humano. 9 integrantes de la AAM, 4 días compartidos, diferentes edades, y, sobre todo, con experiencia en la montaña muy disimiles. Un par del grupo era la primera vez que hacían “alta montaña”. Otros, bastante experimentados. Y eso tiene este club, que todos podemos ser parte, y todos somos parte de lo mismo: la montaña!
Y si empezamos por la cumbre???? Foto de cumbre??? No es lo más importante, pero como dice el flaco Spinetta, “nadie tiene un sueño sin laureles”. Llegamos todos juntos a las 10,45 hs del sábado 28/8. Empezamos a caminar a las 5,15hs. Una luna creciente bella nos acompañaba. El click marca la escena soñada. Logro sorprendente. La postal tiene esa capacidad de anular, minimizar, mmmm hacer desaparecer todo ……..lo anterior??? Y lo posterior, también.
Esta era la segunda vez que “atravesaba el Áspero” para hacer cumbre (así cantamos). Ese día lo atravesamos y acariciamos, y nos dejamos acariciar. Y digo esto porque la primera vez que había hecho cumbre fue en octubre del 2019 como práctica de finalización del CIMA.
En esa oportunidad, estuvimos muy poco tiempo a los 5550mts por el pronóstico desfavorable, por lo que no pudimos disfrutar de eso insondable. Insondable, esa palabra que usamos para intentar delimitar esas profundidades y maravillas que no se pueden medir.
Y esta vez nuestros ojos pudieron degustar del Valle de Yocavil, la cara Sur del Clavillo, por donde Uli y Bernardo habían subido por primera vez (escribirlo me trae la imagen guardada llena de emoción) hace poco tiempo. El Candado, Dos lagunas, todo el Valle de Las Estancias….. bueno, casi todo lo que conforma los Nevados del Aconquija. Lo insondable. No encuentro otra palabra para transcribir lo visto, vivido. Y también diría que lo olido, palpado. Y sumo estos sentidos porque esta cumbre tuvo el privilegio, a pesar de ser una salida invernal, de una temperatura casi diría ideal. Si! El frío se hizo conocer con sus doce grados bajo cero, y, el viento nos contó cosas, las justas, todo como para darnos lugar para llegar a la cima. Como decimos muchas veces….la pacha nos dio permiso. Y miren si no lo disfrutamos.
Desde el inicio. Porque una salida comienza desde antes de poner los pies en el auto para partir. 25 de agosto: el encuentro del grupo lo hicimos en Cafayate, en casa de Esteban. Nos desviamos del trayecto. Esos desvíos que hacen que nos encontremos desde otro lugar. Esta vez, con una cazuela de quinoa con verduras exquisita, “bien liviana” como dijo el cocinero, pero bien cargada de afecto. ¡Gracias Esteban por la camaradería!! Acomodar y acomodarnos, para el ascenso. Ahí nos despolvamos un poco de las envolturas de lo cotidiano, para adentrarnos en otro tiempo y espacio.
26 de agosto: desayunamos. Rico! Acordamos en comenzar la salida a las 10, 30 hs., por lo que nos dimos el tiempo suficiente para llegar tranquilos en los autos a Buey Muerto (2500msnm). Comenzamos el ascenso, el sol ya coloreando el paisaje árido de la zona, toda poblada de arbustos espinosos y cardones. Mientras íbamos subiendo, nos íbamos aclimatando. Aclimatando al lugar, al clima, al grupo. Reconociendo, y reconociéndonos. Varios era la primera vez que compartíamos salida, por lo que con sigilo se fue consolidando el grupo. Paradas de rutina para fotos, compartir colación, ponernos o sacarnos abrigos. Todo lo que hace a que esa subida sea lo más amena posible. Sabíamos a donde queríamos llegar. Campamento 1 cerca de la vega a los 4012 msnm. Y así fue. A las 17,30 hs llegamos, juntamos agua, armamos carpas. El ritual con el que se conforma estas salidas. Al día siguiente, según Fernando, era más liviano.
27 de agosto: levantamos nuestras “casitas, con pensamiento de caracol”. A las 9,30 ya estábamos andando. No sabíamos dónde estaba lo liviano que dijo Fer. Si lo pienso quizá sea que lo liviano esté en nuestra forma de mirar, contemplar y dejarnos sorprender por semejante belleza en la que estábamos inmersos. No necesitamos cargar mucha agua, porque prácticamente en todo el trayecto nos acompañaron pequeñas vertientes. A las 15 hs ya estábamos en el 2do campamento a los 4750msnm. Ahí, tal cual aluvión, me atravesaron los recuerdos de mi primer ascenso. La montaña nunca es la misma…..Y nosotras tampoco. Nos recuperamos, como quien dice …el alma vuelve al cuerpo con ricas comidas que llevamos. Porque la montaña tiene eso, parece una fórmula matemática, a mayor altura, más se abren nuestros sentidos. Los sabores se intensifican, al igual que la mirada. Las corazas se ablandan. Que se yo!!!…..sino porque estaríamos ahí???
Nos preparamos para el día de cumbre: 28 de agosto. 4 am suena el despertador al unísono, de varios. Tomamos algo. Recargamos pilas. De pilas no quiero seguir hablando, ja!. 5, 15 hs ya estábamos andando como hormiguitas, enfiladas por esa avenida de piedras grandes y no tanto; sueltas y fijas que nos lleva a la cumbre. Y este acarreo no solo se trepa con los pies, o con los bastones, o con las manos. Aquí se pone el alma, y el anhelo de arremeter a nuestros sueños. Y si eso fuera poco, esos sueños tienen un valor más grande cuando es compartido. En este instante me viene la imagen de los pájaros cuando vuelan en V. Nosotros no volamos, pero si tocamos el cielo con las manos y para este acarreo nos alistamos como las aves formando una V, y no para ahorrar energía, solamente, sino para “cuidarnos” de las piedras que se van soltando en el camino. Todo lo que habré soltado en esta montaña!!!!. terminamos de subir esa diagonal, casi justo con la salida del sol. Todo perfecto! Fernando, nos avisa que estábamos a más de 5 mil metros de altura, lo que dio lugar a los festejos por los compañeros que llegaban a ese nivel por primera vez. Ahí, la alegría de uno, es la alegría de todos. De ahí, ya nos quedaba el último suspiro, suspirón, pasito a pasito, suave, suavecito hasta la cumbre.
Y, al fin y al cabo, todo lo que hacemos es para eso, para sabernos parte. Y llegar todos juntos nos dio ese plus de la pertenencia. Somos AAM.
Escribo una parte de una canción que para mí es un canto a la vida, que me inspira para “mis cumbres” cotidianas:
“me asomo a cada mañana para tener tu latido, para sentir que estoy vivo.
Y descifrar el misterio de ti, de mí, cada día,
Si me da miedo asomarme, me asomo más todavía”.
Cumbre.
Nada, absolutamente nada conseguimos solos, siempre es con otros. Y aquí se deja ver! Gracias compañeros, chicas!
La bajada: laaaarga!!! no con menos aprendizajes. Hasta el campamento. Había que guardar, o sacar ese aire último que creemos no tenerlo, pero está.
Bajamos al segundo campamento. 13,45hs en las carpas. Comimos, levantamos todo. La idea era dormir en el primer campamento. Llegamos justo, cuando se le acabó el encanto al sol, lo que nos dio lugar a armar cómodas las carpas.
Intenso. Al día siguiente, 4to día, cómodos bajamos hasta nuestros autos. Y parece cosa de mandinga, pero las dos veces que subí al Clavillo, a la vuelta había festejos de cumpleaños. Doña María se acercó a invitarnos empanadas, empanadillas y torta. Agradecimos lo vivido, lo compartido a la pacha, a la vida. Y mientras nos vamos retirando del lugar vamos tramitando semejante vivencia.
¡Gracias Fernando Carrizo, Ricardo Gramajo, ¡Adrián Domínguez, Fernanda Albertus, ¡Juan Pablo Barilari, Eloísa Quiles, Sofía Juárez Alieno, Esteban Mansilla!!!
Ibonne Tucznio