Por nuestros compañeros: Patricia Judith Aldana, Rossana Linares, María Belén Vizcarra Páez, Nancy González Castro,, Santiago Zapatiel Locacsio, Adrián Domínguez, Juan Manuel Rodríguez y Rubén Goñi
La emoción es comparable con la expectativa a un primer día de clases. Porque, como la mayoría de las aventuras en la vida, la comenzamos a vivir cuando se hacen los planes, luego en el momento que transcurren y cuando las recordamos.
Desde las primeras horas en la mañana empezamos a experimentar el compañerismo de los socios, para que todos lleguemos en tiempo al punto de encuentro, en la hostería. Una vez presentados nosotros, los miembros nuevos, comenzamos a caminar la senda al Taficillo, por la que se conoce como senda de la Fundición (nombre que viene derivado del esfuerzo, que es un poco mayor que por la de La Nina) que, por cuestiones del tiempo, no pudimos realizar el año pasado con el CIM. A pesar que corría viento, el sol ya nos envolvía con una calidez que nos acompañaría toda la jornada.
Dar los primeros pasos como miembros de la AAM es aprender a confiar y apoyarnos en los compañeros que nos dan la bienvenida; es ver, cuál espías, que asisten al evento mágico producido en un laboratorio, cómo en el andar los socios construyen y planean nuevos proyectos de travesías en nuestras montañas.
Con Santi a la cabeza, los compañeros desplegaron ante nuestros ojos un mapa en los cielos abiertos del Taficillo, señalando alrededor cada cumbre, quebrada o nevado que nos permita soñar con infinitas posibilidades.
En lo personal caminar no es sólo la búsqueda de la cumbre, sino abrazar las sendas con sus bellezas y sus dificultades, amigarse con la naturaleza que, por momentos en su exuberancia, se vuelve indomable.
Por momentos, es conectar con la parte lúdica y la capacidad de asombro tan característica de la niñez, que nos lleva a sentirnos exploradores en medio de una aventura con cada desvío tomado y abrir los sentidos a todos los estímulos que forman parte del camino. Es sentir la bienvenida de la naturaleza en la cima a través de las alas extendidas de los Jotes que sobrevuelan el lugar.
Y una vez conquistada la cumbre, con todo el sentimiento de lo épico, llega la hora de festejar; cual Reyes que esperan su banquete. Nuestro festín se materializó con una merienda en la Hostería, los relatos de Adrián sobre la aventura al Aconcagua y la alegría vibrante de Nancy.
De ahora en más seguramente habrá miles de salidas, pero, así como está grabada en la memoria la primera salida del CIM, con igual cariño atesoraremos esta primera salida como miembros de la Asociación.
María Belén Vizcarra Páez
PD. Nuestra compañera Rossana Linares, ya nos había advertido que como recién estaba volviendo a la montaña, no estaba segura de poder llegar a la cumbre, hizo un gran esfuerzo y llegó a los 1.700 msnm, y desde allí bajó con la compañía de Rubén, contenta de haberse podido probar.