Por nuestros compañeros: Ibonne Tucznio, Rubén Goñi, Laura Alegre y la investigadora Dr. Priscila Powell
Relato: Laura Alegre
La salida al Refugio del Bayo del 8 y 9 de septiembre fue convocada, por el compañero Rubén Goñi, con el aviso que iríamos a colaborar en actividades de reparación del refugio. Me sumé al grupo de WhatsApp de organización de la salida casi apenas lo subieron. Desde que me asocié al club, los relatos sobre el Refugio y anécdotas abundan, era mi oportunidad de conocer el Bayo. Rubén nos envió previamente el track, las indicaciones de vestimenta, comida, pronóstico del tiempo, y de la cantidad de kilos que nos repartiríamos, ya que debíamos portear herramientas y cartelería.
Los días previos a una salida es inevitable ciertos nervios y adrenalina. En esta expedición, se sumaba la altura, sería la altura más alta de este año conquistada por mí hasta el momento. La preparación de la mochila el día anterior fue clave, pensando en no sumar kilos ni miligramos de más, solo lo necesario.
Emprendimos el camino a Tafí del Valle el sábado a las 5.30am. El día en la ciudad se asomaba nublado, y así estuvo todo el camino. Una vez pasamos el Valle, subiendo hacia el Infiernillo, se veía el campo de nubes que cubría el Valle entero, y el cielo completamente despejado arriba. Paramos unos segundos para sacar fotos. Finalmente llegamos al galpón de recursos hídricos, el cual se encuentra a 3000msnm, donde dejamos el vehículo para emprender el ascenso a las 8am. Allí nos repartimos las herramientas, baterías, unas trampas Sherman, el rotopercutor y los carteles de chapa galvanizada, que Rubén ya tenía previamente atadas a su mochila.
La mañana estaba fría, pero con la primera hora de caminata ya habíamos entrado en calor, llegamos al Puesto de Díaz donde aprovechamos para hacer una breve parada y continuamos. El sol ya empezaba a asomar por la ladera que caminábamos, empezábamos a ver grandes piedras y el valle y la ruta se hacían cada vez más pequeños. En este primer tramo el desnivel no es tanto, pero la altura poco a poco se empezó a sentir, ya estábamos a unos 3700 msnm. Y en un instante empecé a sentir como golpecitos en la nuca, dolor de cabeza incipiente y un pequeño mareo. Alerté a mis compañeros de mis sensaciones, hicimos una parada, donde aprovechamos también para cargar agua, ya que era la última oportunidad de agua hasta el refugio. Aproveché también para comer unos dátiles e ibuprofeno, Priscilla me convidó unas gomitas deliciosas; Ibonne me sugirió que empezara a respirar de forma consciente y profunda, así me oxigenera, y que mientras caminara hiciera consciente el apoyo de mis pies en el suelo, buscando abrir los dedos en cada paso. Y Rubén me pidió que avisara si el dolor de cabeza aumentaba, y que la única solución para el mal de altura era descender. -Si te sentís mal, bajamos, no hay que esperar a sentirse muy mal para hacerlo, bajamos, no hay problema, solo avisá. Las palabras de mis compañeros me dieron la tranquilidad que necesitaba, sabía que contaba con ellos. Creo que fueron sus palabras mágicas más que cualquier alimento. Volvimos a caminar y teníamos por delante el filo previo a la gran pared.
Mientras caminaba por el filo, poco a poco empezaba a recobrar energías y el dolor de cabeza se iba apaciguando. -Montaña, te pido permiso, si me dejas entrar, entro- dije en voz alta. Y así fue, me dio su permiso. Hicimos una parada para almorzar previo a emprender el último ascenso a la pared. Ya estábamos a unos 4100msmn, las vistas desde allí son alucinantes: el Muñoz, Quilmes y seismiles del otro lado, una belleza. Me recosté unos minutos en una gran roca, con todas las energías para el último trecho.
Mientras ascendíamos por la pared, se empezaba a divisar la cumbre del cerro El Negrito de 4600msnm, la famosa antena, y así la emoción de estar cerca. Fuimos todo el camino a un paso tranquilo que nos permitió apreciar la naturaleza en todas sus dimensiones, las vistas y la fauna de la zona. Priscilla, amante de la biología e investigadora, iba con sus binoculares, analizando detalles y regalándonos más asombro. En el camino, vimos guanacos, pájaros carpinteros y los cóndores que nos sobrevolaban.
Al llegar al Refugio a las 15.50pm, nos dimos los ineludibles abrazos cumbreros y celebramos la llegada con mates y café.
Luego, con el rotopercutor del Club, que habíamos llevado nos pusimos manos a la obra, para hacer los agujeros y a colgar los carteles en el Refugio. Estos nuevos carteles aportan información sobre el Parque Provincial Cumbres Calchaquíes, una breve historia del Refugio, donde su origen, nos lleva a la década del 80, en la que un grupo de biólogos lo construyó como laboratorio para facilitar el estudio de la biodiversidad de la alta montaña. A partir de 2017, se transformó en un Refugio con el esfuerzo de los miembros de la Asociación Argentina de Montaña y con los fondos obtenidos del programa nacional de Bosques Nativos. Este Refugio representa una infraestructura importantísima a los 4.350 msnm, que puede ser usado por científicos, campeadores, bomberos, policía, montañistas y toda persona que quiera hacer buen uso del mismo. En uno de los carteles hay un teléfono para informar sobre el estado del mismo o alguna alteración que hubiere.
Ibonne y Priscila se apresuraron antes que cayera el sol a colocar las trampas Sherman para muestra de roedores de la zona, destinada a una investigación sobre los efectos del cambio climático, que no tuvimos suerte de recolectar esta vez.
Nos dispusimos luego a observar el atardecer y ya caído el sol, nos mantuvimos dentro del refugio.
Al día siguiente, emprendimos el descenso a las 10am. Bajamos una bolsa con residuos que estaban en el refugio, herramientas y carteles viejos. Cuando ya habíamos descendido, nos dirigimos a un sitio arqueológico prehispánico de la cultura Tafì, ubicado entre la pradera de altura a unos 800mts aproximadamente del galpón de recursos hídricos. Sus formas circulares nos llamaron la atención y fueron motivo de fotos y contemplación.
Al llegar al vehículo y de regreso a San Miguel, Ibonnee tarareó una canción: -Qué bello es vivir y qué linda la vida. Y sí que lo hemos comprobado.
Queda pendiente tareas para una próxima salida al Refugio, como restaurar la cartelería con indicaciones sobre el uso del mismo.